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Integrantes del DGF participan en crucero científico para estudiar la subducción en el norte de Chile

Integrantes del DGF participan proyecto “SO297 Pisagua”

Estudiar la zona de subducción ubicada entre Taltal y Atacama, entre los 25º y 28º de latitud sur, fue el objetivo del crucero científico, "Sonne 297", en el cual participaron el académico y los/as investigadores/as del Departamento de Geofísica (DGF) de la Universidad de Chile, Eduardo Contreras Reyes, Vanessa Carrillo Barra y Sebastián Obando.

En el buque perteneciente al Instituto GEOMAR de la Universidad de Kiel, Alemania, las y los integrantes del DGF trabajaron durante siete semanas en el marco del proyecto de investigación “SO297 Pisagua”, junto a investigadores/as del Instituto Milenio de Oceanografía (IMO), las universidades de Concepción, Antofagasta, Austral de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, el Centro Helmholtz para la Investigación del Océano de Kiel, Alemania (GEOMAR) y la Universidad de Amsterdam, Holanda.

Según explicó el académico del DGF, Eduardo Contreras Reyes, la propuesta para el crucero de investigación fue elaborada en conjunto con el académico de GEOMAR, Dr. Dietrich Lange, con el fin de investigar el área de subducción ubicada al sur de Antofagasta.

“Esta es una zona muy poco estudiada por la comunidad geocientífica mundial, a pesar de que en ella ocurre un fenómeno muy particular relacionado con la subducción de las cordilleras submarinas de Taltal y Copiapó y de que también fue escenario de un terremoto y tsunami (8.5 Mw), en 1922”, dijo el profesor Contreras Reyes.

Al referirse al trabajo realizado en la expedición, el académico del DGF confirmó que se instalaron instrumentos de batimetría y sísmica marina, como ecosondas, sensores de presión y sismómetros —facilitados por la Universidad de Concepción, el Instituto GEOMAR y la empresa de tecnología acústica submarina, Sonardyne— para estudiar el fondo del mar y la estructura interna de las placas tectónicas de Nazca (placa oceánica o subductante) y Sudamericana (placa continental o cabalgante).

“Estos instrumentos medirán durante cinco años el movimiento de las corrientes submarinas y el alzamiento del fondo del mar o subsidencia”, sostuvo Eduardo Contreras Reyes, quien precisó que, con esta información, se podrá hacer un modelo de deformación de la zona de contacto entre placas tectónicas para, de esta manera, comprender mejor el ciclo sísmico y sus implicancias en los procesos de terremotos y maremotos".

Eduardo Contreras Reyes añadió que, si bien se estableció un plazo de dos a tres años para obtener resultados concluyentes, ya se cuenta con ciertos hallazgos preliminares. Uno de ellos es un sistema de fallas paralelo a las cordilleras submarinas de Copiapó y Taltal.

“Estas fallas son bastante espectaculares y de bastante desnivel", comentó el académico del DGF, quien agregó que, hasta ahora, no se había visto este tipo de deformaciones en el margen chileno, donde las fallas suelen ser perpendiculares a las cordilleras submarinas y paralelas a la fosa oceánica.

“Solo se había descubierto formaciones similares en la cordillera submarina de Juan Fernández, así que se trata de un fenómeno muy particular. Lo que vemos, por el momento, es una correlación entre el sistema de fallas y las cordilleras submarinas, pero hay más datos importantes que vamos a procesar en los próximos años y la idea es seguir trabajando en este tema con los colegas del instituto GEOMAR de Alemania", adelantó.

Rutina a bordo

Al referirse a las tareas realizadas por él y los/as investigadores/as del DGF en el crucero científico, el profesor Contreras Reyes afirmó que, mientras él participó como colaborador internacional en el laboratorio del gabinete de procesamiento de datos, Vanessa Carrillo Barra y Sebastián Obando trabajaron en el monitoreo de adquisición de datos, en la preparación, instalación y recuperación de sismómetros (Ocean Bottom Seismometers, OBS) e hidrófonos de fondo marino (Ocean Bottom Hydrophones, OBH); y en el avistamiento de mamíferos marinos en turnos de ocho horas diarias divididas en dos franjas.

Vanessa Carrillo Barra trabajó desde la medianoche hasta las cuatro de la madrugada y desde el mediodía hasta las cuatro de la tarde. Sebastián Obando, por su parte, trabajó desde las cuatro de la madrugada hasta las ocho de la mañana y desde las cuatro de la tarde hasta las ocho de la noche.

"En el equipo en que participé nos dividíamos de forma equitativa las tareas a desarrollar, procurando que todas/os participáramos de cada uno de los distintos trabajos a lo largo del crucero. Mi parte favorita fue la preparación de instrumentos: un trabajo de mucha precisión y cuidado con los equipos, pero también la labor más activa de todas porque exigía trabajar con todo tipo de herramientas, que es algo que a mí me gusta mucho", dijo Vanessa Carrillo Barra.

Por su parte, Sebastián Obando destacó que, aunque como ayudante de investigación del académico Eduardo Contreras Reyes, ya conocía los alcances del trabajo de procesar y modelar datos en gabinete, participar en el proyecto “SO297 Pisagua” le permitió comprender en mayor profundidad las distintas etapas de la adquisición de datos de sísmica marina, tanto a nivel técnico como logístico. "Ser parte del equipo científico de este crucero fue una tremenda oportunidad personal y profesional", aseguró el investigador.

Sin embargo, también reconoció que también hubo complicaciones. “Fue difícil adaptarse al sistema de turnos, a los efectos de la falta de luz natural y a la sensación intermitente de mareos. Tampoco fue fácil compatibilizar horas de sueño, comidas y tiempo de ocio. Afortunadamente, durante mis turnos de avistamiento tuve el privilegio de ver hermosos amaneceres y atardeceres. Además, cuando me tocaba trabajar con instrumentos, los turnos se pasaban más rápido porque requerían de un esfuerzo físico que comprometía al cuerpo de una forma más activa”, relató Sebastián Obando.

El investigador del DGF agregó que, si bien anteriormente, en 2013, había tenido la oportunidad de trabajar en otro crucero científico llamado “Point Sur” en las costas del Maule, la experiencia vivida en el buque Sonne 297 fue totalmente distinta por tratarse de una campaña de larga duración en un barco de mayores dimensiones y altamente equipado. “El pasar tiempo lejos de tierra firme en conexión con el mar y el intercambio cultural con personas de distintas nacionalidades me brindó la posibilidad de ampliar mi perspectiva y formar nuevas redes de contacto”, aseguró.

Vanessa Carrillo Barra coincidió con esta apreciación "Hace un año tuve la oportunidad de participar en una expedición de un mes de duración, cuya zona de trabajo fue la costa de Iquique, razón por la que ya conocía a algunos investigadores y personal a bordo del Sonne 297. Sin embargo, este crucero fue más extenso, por lo que tuvo una cantidad mayor de despliegues de instrumentos. En mi opinión, esta experiencia fue más intensa y dinámica que mi experiencia anterior y una gran oportunidad para aprender, conocer personas de diferentes países y compartir visiones y experiencias desde puntos de vistas distintos a nivel cultural", destacó.

La expedición “SO297 Pisagua” comenzó el 24 de febrero en el puerto de Talcahuano, en Chile, y finalizó el 11 de abril con el arribo del crucero “Sonne 297” al puerto de Guayaquil, en Ecuador.

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