Una visita al Departamento de Geofísica (DGF) para coordinar el trabajo del proyecto PAPILA (Prediction of Air Pollution in Latin America and the Caribbean; https://papila-h2020.eu/papila) realizó el académico del Max Planck Institute para meteorología (Alemania) y del National Center for Atmospheric Research, Boulder, Colorado (Estados Unidos), Guy P. Brasseur.
En su séptima visita al DGF de la Universidad de Chile, el ganador del Premio Abate Molina 2014 e exintegrante del panel asesor internacional del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 ofreció el seminario “Living in the Antopocene” donde reflexionó sobre algunos de los hitos de su carrera y también sobre los desafíos que hoy enfrentan las ciencias atmosféricas.
“Vine por el proyecto PAPILA, del cual soy coordinador. Esta es una iniciativa financiada por la Comisión Europea para organizar intercambios entre científicos europeos y latinoamericanos, con el fin de investigar sobre preguntas relacionadas con el modelamiento de la calidad del aire”, dijo el científico belga, quien destacó que PAPILA —integrado por investigadores/as de Alemania, Finlandia, Francia, Noruega, Países Bajos, Suecia Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México, Puerto Rico y Venezuela— representa “una gran oportunidad para generar vínculos y trabajo conjunto”.
“Como encargado de este proyecto quiero asegurarme de que funcione bien y esta es la razón por la cual, muy probablemente, visitaré otros grupos de investigación en América Latina en las semanas que vienen”, aseguró el integrante del Max Planck Institute para meteorología y del National Center for Atmospheric Research, de Estados Unidos.
Guy P. Brasseur, quien también es coordinador del consorcio internacional Air Quality-Watch (AQ-Watch) aclaró que, a diferencia de PAPILA, AQ-Watch no es un proyecto de intercambio, sino de asignación de recursos a diferentes grupos de trabajo para hacer ciencia en conjunto.
“Diría que tanto PAPILA como AQ-Watch se complementan mutuamente. Mientras PAPILA busca fomentar el intercambio, AQ-Watch busca desarrollar productos que esperamos poder llegar a comercializar con el fin de proveer información de satélites dedicados a la observación de la calidad del aire hacia personas e instituciones interesadas”, explicó el investigador belga.
Prioridades y desafíos
Guy P. Brasseur, ganador del premio Abate Molina en 2014 e investigador responsable del proyecto AQ-WATCH, que busca desarrollar e implementar un sistema de análisis y predicción de la calidad de aire para Sudamérica, en colaboración con el (CR)2, dedicó algunos minutos de su visita al DGF para comentar sobre algunos de los hitos de su carrera científica y entregar su punto de vista sobre los desafíos actuales de las ciencias atmosféricas.
“Tuve la oportunidad de estudiar sobre la estratósfera y la capa de ozono en la década de 1970. En este periodo fui uno de los investigadores que estudió la probable destrucción de la capa de ozono como consecuencia de la intervención de la humanidad. Posteriormente, estudié la contaminación del aire en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Boulder, Colorado, Estados Unidos. Luego volví a Alemania donde ejercí como director del servicio climático, una institución creada para entregar información desde la academia hacia la sociedad”, relató.
Consultado por lo más desafiante que ha tenido que enfrentar en su trayectoria, el reconocido científico belga respondió que es precisamente lo que está haciendo en la actualidad. “Es muy difícil crear puentes entre el conocimiento que se crea en las universidades y los requerimientos y necesidades de la sociedad. La mayor parte de las veces, las universidades generan una gran cantidad de conocimiento que suele ser muy interesante para la academia, pero no de mucha utilidad en la sociedad. Por esta razón, cuando la sociedad hace preguntas hacia la academia, generalmente no sabemos cómo responderlas, ya que el conocimiento sobre esos temas no existe”.
Al profundizar sobre este punto, aclaró que la causa de la desconexión entre la academia y la sociedad no es la falta de diálogo. “Cuando desde las universidades proponemos que podemos hacer tal cosa, nos responden que no lo necesitan y nosotros les explicamos que no podemos hacerlo”.
Como ejemplo de esta situación, Guy P. Brasseur mencionó una conversación con ejecutivos de la línea aérea Lufthansa acerca de las estelas de condensación producidas por los motores de los aviones y que contribuyen al aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. “Hace unos años les dijimos que podíamos hacer un sistema que avisara en qué altitud y con qué temperaturas volar para no producir este daño. Sin embargo, nos respondieron que no estaban interesados en eso y que lo que sí les interesaba tener el dato de cuántas tormentas de nieve habría en el próximo invierno para saber cuánta sal comprar para derretir el hielo en las pistas de aterrizaje. Entonces les explicamos que la ciencia no podía responder esa pregunta”.
Con respecto a los desafíos que actualmente enfrentan las ciencias atmosféricas, Guy P. Brasseur abordó la necesidad de destinar recursos a tópicos fundamentales y a enfrentar el problema del cambio climático, sin perder de vista las necesidades de la sociedad.
Al referirse al primer punto, alertó acerca de la actual tendencia a investigar más en aplicaciones que en ciencia básica. “Siempre hay una necesidad de crear aplicaciones inmediatas y ocurre que los intereses políticos llevan a favorecer unas áreas por sobre otras. No obstante, pienso que en este momento estamos olvidando la importancia de investigar en ciencia básica. Con esto me refiero a tópicos fundamentales que apelen más a la curiosidad intelectual que a ciertas necesidades en particular. Sin una sólida investigación en ciencia básica no es posible desarrollar ciencia aplicada”, manifestó.
Sobre el segundo aspecto, el académico del Max Planck Institute para meteorología y del National Center for Atmospheric Research, Guy P. Brasseur, afirmó que “el problema del cambio climático plantea una pregunta más complicada que la pregunta por el ozono con la cual tuvo que lidiar mi generación. Mientras el problema de la capa de ozono estaba relacionado con la física y la biología, el problema del calentamiento global se ha transformado en un asunto social y económico. Esto quiere decir que hay valores que tienen que ser introducidos en la sociedad”, subrayó.
“Ya no basta con decidir qué hacer, a partir de cálculos matemáticos. Hoy, las opciones a las cuales nos enfrentamos están relacionadas con nuestros propios valores y van a llevarnos a un gran debate porque, cualquiera que sea la solución que se proponga, tendrá que ser aceptada por la sociedad”, concluyó.