Evaluar la distribución espacial de las precipitaciones en la cuenca de Santiago es el objetivo del proyecto, “Pluviómetros Ciudadanos”. La iniciativa, ideada y dirigida por el profesor del Departamento de Geofísica (DGF) y ex decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Patricio Aceituno, busca obtener una radiografía detallada sobre los puntos en donde más y menos llueve en la Región Metropolitana, a través de la colaboración de más de 100 voluntarios/as organizados en 10 grupos de trabajo.
“Es importante medir la distribución de las precipitaciones, porque hay dos efectos que es importante cuantificar. El primero es el de las masas de aire que, cuando se enfrentan a la cordillera de Los Andes, están obligadas a elevarse lo cual genera un aumento de la tasa de condensación y precipitación. El segundo es el de las masas de aire que, al cruzar la cordillera de la Costa y descender por la vertiente de su lado Este, favorecen la ocurrencia de una menor precipitación en ese sector de la cuenca”, explica el profesor Aceituno.
Aunque hasta la fecha los/as voluntarios/as de la iniciativa de ciencia ciudadana han logrado medir solo dos eventos de lluvia durante 2021, el académico del DGF sostiene que uno de ellos, ocurrido el 25 y 26 de junio último, permitió determinar que la cantidad de agua caída fue cuatro veces mayor en el sector oriente que en el poniente de la cuenca de Santiago.
Esta conclusión preliminar es relevante, según el académico del DGF, en caso de que se quiera realizar un balance hídrico de la cuenca de Santiago porque, “si se quiere contabilizar los flujos de cuánta agua aporta la lluvia y cuánta se pierde por evaporación o por escurrimiento en los cauces o se infiltra a las napas subterráneas, no basta con medir la precipitación en uno o dos puntos, sino saber cómo se distribuye en toda la cuenca”.
Trabajo en red
Entre los colaboradores de “Pluviómetros Ciudadanos” se cuentan jóvenes y adultos/as, con y sin formación en Meteorología, quienes fueron introducidos en el tema y apoyados por el profesor Aceituno en la construcción de pluviómetros caseros con una botella plástica, una regla pegada a uno de sus bordes y un ingrediente para teñir el agua y así poder medir con mayor facilidad.
“Esta experiencia ha significado todo un desafío personal, porque cada evento registrado y fotografiado ha entregado nuevos conocimientos, no solo para mí, sino también para el grupo de voluntarios del cual formo parte y, por supuesto, para mi familia”, destaca la dueña de casa, Gloria Fuentes, quien vive en las cercanías de Puente Alto.
Por su parte, el jefe de la sección Meteorología Agrícola de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) y coordinador de uno de los 10 grupos de voluntarios de “Pluviómetros Ciudadanos”, Juan Quintana, subraya el hecho de que una iniciativa concebida como un proyecto de ciencia ciudadana permita “contar con una red de más de 100 instrumentos que, aunque no cuentan con todos los sensores de una estación meteorológica automática, hace algunos años habría sido impensable tener en Santiago”.
Si bien, la etapa de medición de la lluvia con pluviómetros constituye un elemento central del proyecto, el profesor Aceituno también destaca la relevancia del trabajo de recopilación y visualización de datos. “Cuando se anuncia una lluvia suficientemente cuantiosa, cada coordinador de equipo pide a sus voluntarios instalar sus pluviómetros. Después, dependiendo de cómo evolucione la situación, se da la instrucción de medir y, una vez recogidos los datos, se ordenan en una planilla general, se integran con otros datos de estaciones meteorológicas convencionales que difunde la Dirección Meteorológica de Chile y se generan mapas”, relata el profesor Patricio Aceituno.
Esta última tarea está a cargo del académico del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile, Pablo Sarricolea y del ingeniero civil con mención en Recursos Hídricos y estudiante del magíster en Meteorología del DGF, Lucas Glasner. “En los mapas se puede ver los puntos de las estaciones y de los pluviómetros ciudadanos que proporcionaron la información, además de las interpolaciones de cada evento”, dice el académico, Pablo Sarraicolea. “Los mapas interactivos generados para el proyecto han permitido demostrar que los episodios lluviosos poseen patrones geográficos marcados por las cordilleras de la cuenca de Santiago”, añade.
En esta línea, el ingeniero civil con mención en Recursos Hídricos y estudiante del magíster en Meteorología del DGF, Lucas Glasner, destaca que el trabajo realizado ha permitido detectar muy bien los efectos de la topografía sobre la distribución de las lluvias y asegura que, “a partir de todo este apoyo voluntario podrían obtenerse datos fidedignos sobre precipitaciones que resultarán muy útiles para análisis futuros sobre balance hídrico”, asegura.
Sobre este último punto, el profesor emérito del DGF menciona que sería ideal reunir datos de, por lo menos 10 a 15 eventos lluviosos significativos hasta completar una base de datos que permita hacer un análisis. “Si no lo logramos este año, lo reintentaremos nuevamente el año que viene. Lo único que me preocupa es que, si no llueve, las personas irán perdiendo el interés, porque lo cierto es que se inscribieron para medir y no para tener los pluviómetros guardados en sus casas”, concluye.